La vida es todo lo que transcurre desde el nacimiento hasta la muerte. El camino que tomamos es una transición de sucesos, hechos, circunstancias, que desembocan en profundos surcos donde el tiempo toma el protagonismo y a veces, se adueña de nuestras conciencias sin ni siquiera darnos cuenta de que cada paso que damos no volverá a ser el mismo, no volverá a ser igual. La vida es sufrimiento y es agonía, es alegría y felicidad. El camino es largo pero corto, ancho pero estrecho, pedregoso pero llano, monocromo pero multicolor. Son las estrellas, las nubes, el horizonte, el sol, los astros, la luna, la lluvia, el frío, el calor. Las estaciones son las mismas y se repiten año tras año solo que cada año no es igual que el anterior. Cada segundo es un número y éste se repite pero cada uno es diferente del anterior. Cada palabra es la misma pero dicha de otra forma constituye una frase, una idea, un pensamiento, una historia. Cada momento acaba donde comienza el siguiente, todo es una gran bola que circula a nuestro alrededor, en el camino. La melancolía queda atrás pero va con nosotros día a día, inseparable del presente que no existe y solo se muestra cuando estamos contentos, alegres, satisfechos. El presente es el momento, ese que se va en el instante, con solo decirlo huye y se torna en pasado. El pasado son sucesos que no volverán, como los pasos del caminante por una senda húmeda. Si vuelves tras tus pasos, nunca coincidirán porque, aunque vuelvas de espaldas, tu huella no coincidirá. Nada es lo mismo, todo fluye sin darnos cuenta, todo pasa sin reparar en ello. El amor es sincero, egoísta, verdadero, cruel, traicionero, angustioso, perecedero. El odio es el amor, no hay amor sin odio ni odio sin amor. El futuro es el presente dicho de otro modo. El futuro es ahora, cuando ya pasó, el futuro no existe, es el tiempo quién te dirige en el camino. El tiempo para no pensar y el tiempo para soñar, el tiempo para reír y el tiempo para llorar, el tiempo para caminar.
