En la dictadura del consumidor
has desaparecido como los tiempos del Moloch.
En la hipocresía del consumidor
es tarde para el lamento,
tarde para aprovecharte pero no para olvidarte.
En la ceguera del consumidor
gritaste alientos extintos.
En el imperio del consumidor
debería haberte chupado el tuétano.
En la ignorancia del consumidor,
tu incomprensión llevada con descaro.
En los barrotes del consumidor
ayer te observé a través de un cristal.
En la ciénaga del consumidor,
en la ciénaga del liberalismo económico,
estabas tieso, seco, feo y con flores que ni olías.
En la fe del consumidor
no recé una mierda y también por ti,
todo era una pantomima.
En mi miseria como consumidor,
te fumaste entero,
¡tío cabrón consumidor!
En la angustia del consumidor
me gusta el silencio y me van los cementerios.
Cuatro espuertas de cemento,
quedaste a oscuras, sin luz ni aire.
En la alegría del consumidor
me resbaló la lágrima que no quería salir,
que estaba dentro,
tan dentro que me inundó.
En la vida del consumidor,
moloch, moloch, moloch.
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